El Viaje de la Consciencia está ubicado en el límite del Centro histórico de la ciudad de Guanajuato; una de las ciudades mineras más importantes de México y declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1988 gracias a su importancia histórica y belleza arquitectónica. Este centro cultural independiente está situado en el Antiguo Barrio de Pastita.
Guanajuato Río y Calzada de Pastita. Fuente: México en Fotos
Si bien, el poblamiento del territorio de Guanajuato es consecuencia del descubrimiento de la riqueza minera durante el virreinato, existen vestigios de asentamientos prehispánicos; de acuerdo con el historiador Gerardo Martínez Delgado, el origen de la palabra Pastita que deriva del vocablo náhuatl “Paxtitlan”, es indicio de que el sitio pudo ser asiento de Chichimecas Nahuas y Purépechas habitando en forma dispersa.
Isauro Rionda, en “Apuntes para nuestra Historia”, señala que el arrebato de Paxtitlán (Pastita) a los otomíes – chichimecas por parte de los nahuas, y las formaciones de montañas rocosas en forma de rana, dio el nombre de Quanaxhuato (lugar de ranas), los nombres de las aldeas primitivas fueron Mo – o – til que significa lugar de metales, Paxtitlán que se refiere a lugar de heno y Quanaxhuato lugar de ranas, quedando finalmente en Guanajuato.
La ubicación del Barrio de Pastita, junto al río, resultó propicia para la actividad minera, por lo que su historia está ligada al desarrollo de la minería en la ciudad. Es hasta el siglo XX, que esta zona se consolida como barrio habitacional, ocupando las estructuras mineras abandonadas y las huertas favorecidas por la humedad del río.
Para 1946 merma la actividad minera como resultado de la depresión económica mundial y de la ciudad, la zona queda en el abandono por casi tres décadas hasta que en la década de los sesentas se reactiva como zona habitacional.
En 1988, la ciudad es declarada Patrimonio de la Humanidad, en esa época el Barrio de Pastita es asiento de población local que ha habitado el mismo sitio por varias generaciones, la ola de visitantes e inmigrantes internacionales que trae la declaratoria, resulta en la reactivación constructiva y un auge inmobiliario en Pastita.
Las primeras construcciones de lo que ahora es El Viaje de la Consciencia datan de los Siglos XVIII y XIX cuando se asentó y desarrolló la minería junto al río, los vestigios en muros de piedra asentados con barro son probablemente las de mayor antigüedad.
Existen edificaciones de tabique asentado con morteros de cal y arena con cubiertas de viguería que datan de 1940 a 1960, cuando fue habitado por el Presbítero Barrón, su madre y tres hermanas, originarios de Acámbaro, Guanajuato.
La familia enajenó una fracción de la propiedad en beneficio de la hermana de su buen amigo Ángel Mejía Pozos, conocidos desde los tiempos en que juntos estudiaron en el seminario católico de Acámbaro. En 1975 la Sra. Esther Pozos Samaniego adquiere la propiedad y durante el tiempo que lo poseyó no hubo transformación alguna.
Para 1995, los vecinos que aún habitan el barrio identifican un abandono de más de veinte años de la propiedad y atestiguan que en 1998 la esquina entre Pastita y Callejón de las Mulas colapsó luego de una intensa temporada de lluvias. El predio quedó al descubierto a tal punto que la gente podía ingresar, por lo que los dueños de manera ágil e improvisada levantaron el muro nuevamente, situación que se aprecia en la calidad del mismo, con la desconexión de los elementos de concreto e irregularidad en la parte interior del mismo.
Caminando en la era del río, rumbo al taller de mi maestro Tomás Chávez Morado, me fui enamorando de Pastita este antiguo barrio que dejó en mi memoria el anhelo de volver.
En el otoño del 2009, bajo un cielo despejado azul profundo y limpio conocí las ruinas d elo que hoy es El Viaje de la Consciencia. Reconocí en este espacio el potencial para cerrar ciclos del pasado y abrirme a lo nuevo en la reconstrucción en Complicidad Estética con Julio Sahagún Sánchez y hemos compartido este Viaje para reinventarnos individualmente como artistasy también en colaboración, aprendiendo a abrirnos creativamente hacia otros artistas y con la comunidad. Julio con sus Espacio mutante y yo con el Viaje de la Consciencia podemos mirar el mundo más amable, más amoroso.
Todo el esfuerzo que representa darle vida y ahcer habitable un lugar con tantos años de abandono, ha requerido mucha energía y al mismo tiempo la motivación de un desafío que invita a crecer creando, cocreando.
La envergadura de nuestras alas crecieron para volar en la inmensidad, en el mundo de infinitas posibilidades que nos da cada piedra, el barro, el lienzo en blanco para ser transfromado en esa sensible cosa llamada obra de arte. Y que en la contemplación, reconocer el aspecto espiritual de todo esto: sanar, sanarnos y ayudar a otros a sanarse, viviendo el gozoso poder terapeútico que nos brinda el arte.
Es así como nos distinguimos de otras especies vivientes, en el grado de sensibilidad y la capacidad de expresar la emoción hacia la belleza. Para decifrar este profundo y misteriosos enigma fenomenologico, las personas hemos inventado diversos lenguajes simbólicos, míticos que nos remiten al insconsciente y/o a la primera infancia, llevándonos al aspecto más esencial de neustro existir. Estos primeros años nos marcan para siempre, haciendonos esclavos del insconsciente; hasta que ponemos luz de consciencia y respondemos al enigma de nuestra vida. El sendero de este Viaje nos corresponde para dejar las huellas de nuestros pasos y sirvan a los demás para realizar la misión que venimos a cumplir a la Tierra.
La razón no alcanza a comprender el júbilo del alma cuando vuelve la inocencia de la niña interior al dejar la culpa como una manera aprendida de existir en el dolor.
La niña interior sana y se reconoce a sí misma en el metalenguaje y se hace consciente de todas sus voces. Entonces, el itinerario de El Viaje de la Consciencia es asertivo, alegre, empático y creativo. Incluyente con todo aquél que quiera sumarse a esta gran aventura para conocer nuevos lugares de nuestro paisaje interior.