Los Enigmas de Sor Juana: Abrirse a lo desconocido de sí
Los Enigmas no son adivinanzas, son motivos de reflexión. Las preguntas van directas al alma, para ser respondidas en un plano espiritual que mueve nuestras dudas existenciales, derivándolas a una dimensión sutil para ser reconocidas y nombradas. Los Enigmas son claves para codificar universos interiores que descifran los misterios del ser humano, no tanto por lo que llevan en sí las palabras, cuanto al camino que nos invitan a recorrer para conocer lo intangible y esencial de nosotros mismos. En el Enigma, siempre está la posibilidad de respuesta y al mismo tiempo de conocimiento propio.
¿Quál es aquella homicida
que, piadosamente ingrata,
siempre en cuanto vive mata
y muere quando da vida?
El apego asesina la vida, pero si mueres al apego la vida fluye de nuevo. El presente se manifiesta en la Presencia Viviente: el ahora eterno.
En cuanto vive mata, en el momento en que mato a mi experiencia como referencia en el pasado –en pos de recibir la fuerza del presente, de la vida manifiesta,- muero a mi historia personal y en el silencio de mi propia muerte está la vida. Y muere quando da vida, mi respuesta a la propia muerte es de asombro ante lo desconocido. Me vacío de mí: conteniendo el Todo, el microcosmos que yo soy.
Homicida piadosamente ingrata, pues al percibir contener el Todo, en la confusión entre la humana que soy y la expresión de Dios en la Tierra, cabe la ingratitud. Pero es una ingratitud piadosa porque se quiere conocer las características propias del alma, que están cifradas en el túnel de comunicación que hay entre Dios y la perfección de Su creación: la especie humana.
En quanto vive mata y muere quando da vida, al estar en silencio el pensamiento, se hace presente lo inefable, lo impronunciable. Muero, es decir, contemplo…
La naturaleza es un principio lo mismo que la voluntad, y si muero en mí, los otros también mueren en mí y me convierto en homicida: muero en lo humano y lo divino aparece quando da vida el Creador.
En la humana que soy cabe la ingratitud de no percibir la vida en toda su grandeza; en mi apego a las cosas y a las personas, mato, asesino la oportunidad de ser y estar en el presente.